He encontrado en un rincón de la casa de montaña donde paso las vacaciones estas dos jaulas de madera antiguas. El propietario de la casa, también muy aficionado a los pájaros, conserva estas jaulas como valor sentimental. Me ha referido que la de que está sin pintar fue su primera jaula, se la regalaron sus tíos hace 41 años.
También tuve jaulas como estas, creo que en aquellos tiempos las más económicas que habían. Esta tarde, al verlas y volver a tenerlas en mi mano han fluido recuerdos de infancia, de una infancia feliz en la que pasaba los días de fiesta escolar y vacaciones cazando silvestres. También una infancia de restricciones en la que comprar una jaula significaba quedarse el domingo sin ir al cine. En casa no había dinero para todo. O jaula nueva o cine. Elegía jaula nueva. Me llenaba más disfrutar de mis jilgueros, lúganos, chamarines o pinzones que una tarde de cine. No es más rico quien más tiene sino quien menos necesita. Y con una sencilla jaula de madera y un pájaro dentro de ella yo me sentía muy dichoso. No pensaba en más riquezas. ¿Para qué? Si tenía el balcón lleno de pájaros y cada día iba al campo. Poco más necesitaba.
A estas jaulas antiguas sólo les he quitado el polvo con tal de adecentarlas mínimamente para fotografiarlas con el objetivo de dejar aquí testimonio de unas jaulas antiguas. Recuerdos de un tiempo pasado, de niños en la Naturaleza cazando pájaros dentro de cabañas atentos a los reclamos. Hoy día los niños están pendientes de la play y la televisión, no saben ni de dónde vienen los huevos que comen ni tienen que sacrificarse un domingo sin ir al cine para conseguir lo que quieren. ¿Nuestra sociedad es mejor ahora? A veces me lo pregunto.
