domingo, 24 de noviembre de 2019

Alea Iacta Est

La suerte está echada. Para bien o para mal ahora se verá si todo el esfuerzo dedicado a los canarios durante el año habrá sido en positivo. Toca examen. Si el criador ha seleccionado bien los reproductores, ha esmerado los cuidados durante la cría y muda, ha dispuesto un método educativo acertado y ha enjaulado correctamente, por destacar los factores que más pueden influir en la obtención de buenos timbrados, podrá superar el examen. Época de concursos, de reencuentro con compañeros de afición. El mejor momento del año para el canaricultor, tal vez junto con la etapa de cría, que acude a los concursos con el deseo de obtener una valoración de sus ejemplares y comprobar si el trabajo realizado durante el año tiene el beneplácito de los jueces. O comprobar si su apreciación en cuanto a la calidad de sus canarios coincide con el criterio de jueces y compañeros nobles que expresan su opinión respetuosamente. Y, cómo no, comparar su ganado aviar con el de otros concursantes. Hay que saber aprovechar bien estos días. Ser muy modesto, conviene escuchar mucho pájaro y analizar bien en global. Analizar los ejemplares de cada uno y, sobretodo, los de los compañeros. Una actitud pro activa hacia una mejora continua y una mentalidad abierta posibilitan al criador tener una valoración de sus propios ejemplares en relación con los de los otros concursantes. Y saber cómo mejorar lo que hay en casa. He aquí la cuestión. 


Cada uno sabe lo que tiene en su casa, esto es cierto. Y si no lo es, el timbradista tiene un problema importante. Porque una planilla no es más que una valoración técnica que emite un juez tras escuchar durante 15 ó 20 minutos unos timbrados más o menos bien entrenados. Por cierto, esto del entrenamiento de los lotes tiene su qué. Es más importante de lo que parece. Y los buenos porteadores y el trato correcto que se dá a los ejemplares previa a su entrada en la sala o cabina pués también es otro factor que puede sumar o, peor aún, restar en el rendimiento. Un rato que tenga tranquilo miraré de escribir un artículo sobre la materia. No prometo nada, por eso.

¿Lo mejor de los concursos? Estar con los compañeros de afición y escuchar canarios de canto. Pasar buenos momentos como estos de la imagen en el concurso de Zaragoza, comiendo, debatiendo y hablando de pájaros hasta aburrirse.


¿Y ganar? Es un reconocimiento al trabajo bien hecho. Siempre y cuando la apreciación previa de los propios timbrados coincida con la de los jueces el premio adquiere valor. Hay quienes compiten, no concursan. También enriquecen al colectivo, hay que ponerlo en valor. Este ánimo o afán competitivo, el criar canarios para competir y ganar, no es una concepción de la canaricultura que ni tengo en consideración ni como objetivo a seguir. Pero me merece el mayor de los respetos. 

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