Envío a Víctor de Guadalajara unos timbrados hacia mitad de Octubre. Las conversaciones y mensajes que intercambiamos acordando la transacción y el transporte, me desvelan un chico muy respetuoso que se empeña en tratarme de Ud. aún cuando repetidamente le digo -le obligo- a tratarme de tú. Víctor es sano, noble y, sobre todo, apasionado criador de canarios timbrados. Al poco de llegarle la primera remesa de timbrados, me pide más ejemplares, que le envío. En total seis machos se quedó. Muy satisfecho con ellos según me comenta, que incluso se va a quitar todos los suyos, que lo que ha escuchado ahora le complace más que lo que tenía antes en casa.
Pasan los días y vamos hablando. Víctor pregunta y pregunta, a veces atropelladamente. Pide perdón por tanta pregunta y le respondo que nada que perdonar, que puede preguntar lo que quiera y yo le contestaré hasta donde lleguen mis modestos conocimientos, que sabe más el diablo por viejo que por diablo.
La primera semana de Diciembre recibo unos mensajes suyos, me pide permiso para presentar sus pájaros -digo los que le cedí- con mi nombre (llevan la anilla con mi número de criador) en el concurso del Casar de Guadalajara. Claro que sí, le respondo.
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