domingo, 3 de octubre de 2021

La cara oculta de la canaricultura

La canaricultura es una sana afición que requiere constancia, dedicación y empeño. Resiliencia también. Tras un buen ejemplar hay muchas horas de trabajo. Es la cara oculta de la canaricultura. Un aviario modesto con ocho parejas necesita un mínimo de una hora de atención cada día durante las épocas de cría y preparación para los concursos. En épocas digamos transitorias, el canaricultor puede pasar con media hora. Pero hay que estar a diario. Siempre hay algo que hacer: cambiar el agua, rellenar bizcocheras, poner fruta o verdura, un hueso de sepia, atender algún ejemplar enfermo, etc. Y la limpieza -totalmente necesaria, cabe imprescindible si queremos tener los canarios en plena forma, lejos de infecciones y enfermedades- de las instalaciones conlleva de dos a tres horas cada semana. Estoy hablando de tiempos mínimos. Si el aficionado participa en concursos, la preparación de los ejemplares puede doblar tranquilamente los tiempos expresados. 


A mi entender, lo peor de todo es precisamente la limpieza. Mantener el aviario impoluto -misión imposible casi- a lo largo del año supone horas y más horas de dedicación. Aunque el sistema de limpieza mediante rollo de papel ahorra tiempo, semanalmente como mínimo, hay que lavar y desinfectar rejillas, bandejas, comederos y bebederos. Además, reponer la mezcla de semillas dos veces por semana. Horas y más horas. Y además de además, hay varias jornadas intensivas a lo largo del año: limpieza a fondo de las jaulas, ya sean las de cría o las de concurso, pintura del aviario, desparasitación de ejemplares y desinfección general, entre otras tareas. Dicho esto, la satisfacción de obtener canarios timbrados que canten a gusto del criador, oculta la cara oculta -valga la redundancia- de la canaricultura. 
Sin ir más lejos, este mediodía, sudado y exhausto -hasta los mismísimos de limpiar- tras haber estado desde primera hora limpiando y desinfectando cajones y jaulas de concurso, me he sentado a tomar mis olivas rellenas y beber mi preceptivo bitter de los domingos y, sobretodo, a escuchar los noveles. Un machito joven, blanco, robusto, potente, ha llamado mi atención al emitir un hermoso floreo tipo tirolí. Lo curioso es que el novel jamás ha escuchado este floreo, ninguno de mis maestros lo emite. El novel lo ha sacado por sí mismo. Un ejemplar a tener en cuenta, capaz de generar floreos de tres sílabas de la nada. Una pequeña alegría tras una mañana verdaderamente ingrata. Pero es lo que hay, no hay recompensa sin esfuerzo. 

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