En el subconsciente de los humanos permanecen recuerdos, la mayor parte agradables, que, en más ocasiones de las que nos pensamos, influyen en nuestros comportamientos, actuaciones y decisiones. En el subconsciente de los canaricultores, estos recuerdos refieren ejemplares extraordinarios o significativos. Aquél macho que bordaba unos floreos determinados, aquél otro que tuvo actuaciones sublimes en concursos, aquella hembra que toda la descendencia la daba buena. Y así muchos recuerdos más. En mi caso, un recuerdo de hacia el 1999, me transporta hasta un timbrado moña verde, grandote, señor, de canto original -no confundir con el clásico actual- que emitía un canto potente y lo iniciaba con una campana en tilong por triplicado perfectamente pronunciada. Me quedó en el recuerdo aquél macho y aquel patio luminoso del piso del humilde barrio de Sant Narcís en Girona donde vivimos felices durante los primeros años de casados. Allí criamos nuestros hijos. Cuando nació el primero, dejé transitoriamente la cría. Volví en el 2007 si mal no recuerdo. Y nunca más tuve moñas. Hasta este año que me ha llegado una hembra moña de Riverita. Aunque la tenía de haber tenido en el 2024. Os explicaré la pequeña historia, y las vicisitudes que me está haciendo pasar la p... de la moña.
La hembra, en casa desde diciembre, está bien alimentada, sana y en perfectas condiciones para criar. Tiene un piar muy melódico, agradable. Le puse el nido y se hizo la remolona, a diferencia de sus compañeras de aviario que se pusieron prestas por la labor, ésta tardó varios días en hacer el nido. Al fin lo hizo, señal evidente de disposición para aceptar consorte, acoplar e iniciar el ciclo reproductor. Le seleccioné un precioso macho pío. Fornido, ancho de pecho, buen cantor con voz intermedia y extensísimo repertorio.
Ninguna esperanza tenía que estuvieran pisados. Y así ha sido, huevos sin fecundar, claros, hueros. Le he quitado el nido a la moña y he vuelto a poner el macho con rejilla. Servidor más tozudo que el Girona, que perdimos 5 finales para subir a primera y ahí estamos. Hasta la Champions hemos jugado.
Tras dos días juntos, ya la hembra sin el nido, parece que ha desaparecido la irascibilidad entre la pareja. Tampoco es que se den el pico y se hagan arrumacos, pero como mínimo no se pelean. A ver qué será, pero lo tengo mal con esta hembra. Si encima abandona los huevos, que los deja sin incubar. Ya os explicaré como acaba el asunto. Al final cuenta como se acaba, no como empieza.
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